TEXTOS APRECIADOS

Pocas artes tan incomprendidas como la ironia.
A los brutos hay que escupirles en la jeta un chiste breve, soez, pleno y contundente, para provocarles esa especie de epilepsia orgásmica que los haga reir hasta reventar; hacerles sacudir sus pescuezos de rumiante, gruesos de asados de vacas, que no les permiten girar sus cabezas como si estuvieran soldados a sus cuerpos; hincharse rubicundos, lagrimear y toser, caóticos y grotescos.
Mucho tiempo despues siguen riendo del chiste estupido y vuelven a dar ese lamenteble espectaculo cada vez que se lo cuentan a otro. Se golpean las rodillas con sus manazas toscas, agachando el torso; buscando la mirada complice de otros brutos que se rien como él, festejando la obscenidad de un cuento idiota.
Distinto es el caso del que se rie mucho despues porque recien lo ha entendido; porque a ese por lo menos podremos darle el credito de las neuronas tardías, que es un problema genetico.
Mala reputacion, en general, la del ironico.
Generalmente despreciado, pues malentienden su sutileza perversa; su agudeza malvada; su inteligencia filosa como la daga de un turco.
Los brutos, incapaces de absorber una carga descomunal de energia crítica, pisotean sin asco sus enunciados existenciales.
El ironico no logra, ni desea, hacernos presenciar las profundidades esofágicas del tonto que rebufa, al borde del pico de presion o del infarto.
El ironico no da un cachetazo de payaso, sino un paso de baile diabólico.
Pueden decirle fatuo, artero, burlon. Y cada vez que así se lo califique, se lo estara adulando; se le estara colgando una nueva medalla, que mostrará orgulloso como un coleccionista.
De nada entiende la turba radiante que golpea el bombo incesante e insistentemente, con mas ritmo que pasion; con mas pasion que conviccion.
Sus ruidos tornan inaudibles los comentarios agrios del irónico, que convierte su goce en un acto masturbatorio, ante la falta de un receptor sensible.
Pero, para el que tenga el privilegio de escucharlo con lucidez, será una magistral clase de genio que conservaremos en el lado oscuro de nuestro corazon.
El estilete agudo de su lengua mordaz, juzgara con audacia la hipocresía de los hombres, pero jamas admitiran la delicadeza de su intelecto.
El irónico hiere, no mata.
Destino triste el del irónico; pocos lo acompañaran en sus desdichas y se abrirán a su paso las muchedumbres, mas por no exponerse que para rendirle honores.
Es el insecto molesto que justifica la cola en los caballos; el anillo que hace que nuestro dedo anular tenga sentido.
No es la altura sino la altitud, dijo Atahualpa.
"Canilla con prejuicios", le dijo Borges a una canilla que chorreaba.
"Agradezco su invitación, pero lamentablemente he aceptado otro compromiso posterior al suyo", dijo Wilde.
Podrás tú, hombre pequeño, ser capaz de semejantes decires?
Alguien se retorcerá de envidia e impotencia durante su vida, por lo que el irónico supo decir en un instante?
Qué importancia tiene la bondad mantecosa de los pulcros ?
la mugre olorienta de los sucios?
la soberbia necedad de los pretensiosos?
la nulidad absoluta de un cerebro macizo?
la miserable vida de los tibios, que se mecen en los vaivenes de las masas?
Importa el dulce dolor del filo de la navaja que rasga limpiamente, en manos del irónico, los trémulos músculos de los abúlicos.

Autor: Alquimia

DEDICADO A MI AMIGA DEL ALMA TAN IRONICA, TAN MORDAZ, TAN LOCUAZ Y TAN AUDAZ... LENA